Javier Hermoso de Mendoza
Javier Hermoso de Mendoza
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LA INTRÉPIDA REBOZAL

En este momento, festividad de San Andrés, agarrada a la vara de mando y sintiendo Estella a mis pies, me encuentro embriagada de felicidad. ¡Sí!, espejito, ¡que se entere todo el mundo!: soy la alcaldesa de esta Arcadia feliz, una de las poblaciones más ricas de España y la única que no tiene problemas. ¡Sí!, ¡sí!, como lo oyes: la-única-que-no-tiene-problemas. Seguro que si Adolf Huxley levantara la cabeza, a su famoso libro le daría el título de "Estella: un mundo feliz" y me incluiría entre sus principales protagonistas. ¡Sí!, seguro que lo haría.

¡Qué año, Dios mío! ¡Qué pesadilla! ¡Ya me ha costado! Pero al final -no podía ser de otra manera- el Presidente ha vuelto a confiar en mí y me ha propuesto para que pueda recoger los frutos de esta legislatura. "Rebozal -me ha dicho-, eres redoblemente reúnica para reconseguir que los revoltosos estellicas no me remuerdan la remoral". ¡Uf!, yo creía que me redesignaba con su castizo dedo porque no tenia a quién reelegir, y resulta que debo ser reúnica para tener recalladito y reanestesiado al pueblo de Estella. Claro, que bien mirado... estoy en un momento dulce. ¡Espejito, espejito!: ¿verdad que tengo motivos para sentirme dichosa?; ¿verdad que aunque no soy la más guapa, ni la mejor gestora, ni la mejor alcaldesa, como Rebozal soy única? Ahí es nada: mantenerme durante tres años en la cuerda floja, sin-hacer-nada-y-sin-caerme... Eso no lo consigue cualquiera. Con gusto saldría a la calle y casa por casa lo pregonaría a los cuatro vientos, pero... temo no ser comprendida. ¡Sí, sí, espejito!: siempre hay algún aguafiestas dispuesto a ensombrecer mi dicha. Pura envidia, debe ser... Ya sé que para ocupar este puesto no necesito grandes cualidades: buena sonrisa, cara de no haber roto nunca un plato, echar la culpa a la herencia recibida, algún "qué le vamos a hacer", "no tenemos dinero", "ya lo estudiaré", "ya le voy a decir", "la ciudad no tiene terreno", "si usted tiene la solución...", la oposición "está en el no por el no", y poco más, es suficiente para llegar a fin de mes y... ser aún más feliz con este sueldecito.

No penséis que me estoy sacudiendo las pulgas. Si no tenemos un duro para hacer ni financiar cosas, ni personal para mantener lo que esta hecho, y, menos aún, tiempo y ganas de meterme en berenjenales, es-que-no-puedo-hacer-otra-cosa: es-que-no-puedo-hacer-nada, ¿te enteras?. Por eso, el otro día, leyendo los cuentos comentados por mi querida Botella, llegué al del hombre que no tenía camisa y exclamé: ¡qué lección tan magistral!; ¡qué verdad tan grande es esa de que la felicidad está en la sencillez, en la simpleza, en no aspirar a nada! Como que ahora que se va a presentar por Madrid la voy a llamar para que tome nota de mi labor: cuanto menos le doy, cuanto menos hago, más contenta tengo a mi ciudad.

Por eso, no-debo-complicarme-la-vida: si no hay suelo para que puedan aparcar camiones y autobuses; para que el turista o el consumidor deje su coche; para que se puedan implantar industrias; para una estación de autobuses nueva; para la creación de un nuevo colegio; para zonas deportivas; para recintos feriales; para nuevos parques; para nuevas dotaciones; para tantas y tantas cosas... Si no tenemos suelo para ser más; ni dinero para ser mejor; ni capacidad para conseguir lo que ofrecimos en el programa electoral... Si para nuestras necesidades no puedo hallar solución, y, además, siempre se me adelanta Tudela, es de cajón que tampoco podemos tener problemas. Y si una ciudad no puede tener problemas, a la fuerza tiene que ser feliz. Por eso, yo, como primera dama, tengo que ser la más feliz de todos los ciudadanos y de todas las ciudadanas.

Dime tú, espejito, ¿de donde nos pueden venir los problemas? De la agricultura, es evidente que no (apenas tenemos terreno cultivable, y el de los pueblos, ¡allá ellos!, que se los solucionen solitos) De la industria, tampoco (no tenemos suelo industrial, y las empresas contaminan, producen ruido..., por lo que es mejor que se instalen en Pamplona, Viana, Tudela, Tafalla, Los Arcos..., que el obrero ya irá y volverá) ¿Del comercio?, no, no (el comprador tiene la mala costumbre de desplazarse en auto, y todo son problemas de tráfico, de estacionamiento..., por lo que es mejor que se acostumbre a comprar en los Alcampo, Leclerc, Eroski, Corte Inglés y otros hiper, que para eso están, o como yo: que lo haga los sábados en Logroño) ¿Del turismo?, ¡que va! (el que viene a pié, mejor que se desvíe por Zarapuz para alcanzar antes Irache, y el que viene motorizado no crea mas que problemas: que dónde come, que dónde duerme, que dónde aparca...) ¿De la hostelería?, quita, quita (las bodas, que se celebren en el Túbal, para que vean que tenemos clase, y la juventud, con lo que alborota, mejor que se vayan de juerga a Pamplona, Logroño o Puente, que si hace falta ya les pondrá Javi, "el niño", un servicio de voy y vengo).

Ya lo decía Alfonso Núñez de Castro, allá en 1657, cuando en el Imperio Español no se ponía el sol: "Dejemos a Londres producir esos paños tan queridos a su corazón, dejemos a Holanda producir sus telas, a Florencia sus sedas, a las Indias sus pieles, a Milán sus brocados, a Flandes sus telas de lino..., nosotros somos capaces de comprar esos productos, lo cual prueba que todas las naciones trabajan para Madrid mientras Madrid no sirve a nadie". Por eso, espejito, si España en todo su esplendor, sin artesanos, sin industria, sin agricultura; importándolo todo, era tan feliz, ¿por qué no lo va ser mi querida Estella? ¿No era Ortega, o Unamuno, el que con más razón que un santo dijo aquello de que inventen ellos? Pues eso: que los demás se queden con los problemas del crecimiento, que nosotros, cada vez menos y más ricos, pronto alcanzaremos la suprema felicidad, la paz eterna, la estabilidad total.

Bien es cierto que si vuelvo a salir reelegida no sé que voy a hacer los próximos cuatro años. Puedo hacer como hasta ahora: dedicaré mi tiempo al consejo político y al comité ejecutivo de UPN. Si no estoy afónica, como lo he estado durante estos años, prestaré mi voz para que la Merindad sea escuchada en el Parlamento. Y si me queda algo de tiempo me ocuparé de los asuntos de Estella, aunque debo dejar claro que estoy disponible para cualquier prebenda que se me ofrezca siempre que esté bien remunerada, claro está, no vayan a pensar que soy una oenegé. En cuanto al programa, como no he hecho nada... igual lo repito. Tendré que pensarlo... Me he pasado tres años desbloqueando lo que hizo Castejón, y ahora... no sé que haré. Como no vuelva a desbloquear lo que desbloqueé. O como no bloquee lo que he desbloqueado... Le he cogido tanto gusto a este verbo, que es probable que bloquee todo para poder comenzar la próxima legislatura desbloqueando... No sé, no sé..., me estoy armando un lío. ¡Cáspita! ¡Ya está! ¡Ya lo tengo!: ¿acaso hace algo la Reina de Inglaterra, y ahí está, amada por sus súbditos, intocable..., forrada..., majestuosa...?. ¿Acaso no soy yo para los estelleses lo que Isabel para los ingleses...? ¿Acaso no puedo ser yo, la intrépida Rebozal, el paradigma local?

Nota: este escrito, adaptado a las circunstancias del momento, llamó durante el año pasado a distintas puertas sin que le fueran franqueadas. Ahora lo expongo a la consideración de los lectores.

ARRIBA © 2003-2005 Javier Hermoso de Mendoza